martes, 18 de mayo de 2010

El reino del revés


Desde chico fui muy espiritual y siempre tuve, porque me formé en el convencimiento del poder del pensamiento positivo, una posición frente a los noticieros de no estar muy atento, porque nunca hay ni siquiera una buena noticia. La vida tiene sus buenas y sus malas y cada uno tenemos nuestra cuota como para estar horrorizándonos de lo que le sucede a los demás todos los días, es cargar con un peso que nadie soporta. Sin embargo, con los años, de vez en cuando me pongo al día porque tampoco puedo vivir en una burbuja.
Decidí, en el comienzo de mi etapa adulta, seguir una religión mal comprendida porque desgraciadamente tiene mala propaganda; sin embargo es la que llena mi alma y soy sacerdote Africanista. Es un camino como cualquier otro para llegar a Dios. Mi religión tiene como base el respeto por los ancestros, nuestros mayores, que son quienes nos transmiten y heredan los conocimientos religiosos como de vida. Soy también maestro, con una educación formal universitaria y profesor de inglés, de eso vivo.
Hoy, me duele ver el estado al que hemos llegado, por lo menos en mi país. A diario lo vivo en el aula y en las noticias suena en cada noticiero. Los niños que hace unos años estamos ayudando a formar, desconocen lo que es el respeto, acatar la disposición de un mayor, obedecer, preocuparse por otra cosa que no sea su propio interés y capricho. El docente perdió su autoridad frente a padres que aceptan y permiten mentiras de sus hijos, la escuela se ha transformado en una guardería, y gracias a “los derechos del niño”, “los derechos humanos” y hasta “los de los delincuentes” estamos como estamos.
Vengo de una familia de docentes y puedo decir que esto no siempre fue así. Algo sucedió con los padres de mi generación. Quizás el intento de ser amigos y no ejemplo de sus hijos. No creo en lo que algunos ponen como excusa, que ambos padres trabajan, los míos lo hacían; padres separados, mis primos fueron hijos de padres separados y formaron hijos a su vez, educados y respetuosos.
Hoy el colmo de los colmos: Una menor por ser calificada de “rapidita” no deja de ser menor. Los adultos, mayores, que se relacionan con ella no dejan de ser mayores, conscientes responsables de sus actos, porque la menor sea “rapidita”. Sin embargo hay todo un pueblo culpando a la menor de los actos en que esos mayores la involucraron.


Los mayores ¿Tres víctimas de una injusticia? Y hay un señor juez que ¿se da el lujo de pensar si los mayores son víctimas de la menor?
¿Quién sabe la verdad? ¿Pueden tres adultos decir que fueron obligados a tener relaciones por la menor? ¿No será al revés? ¿Con qué armas debería contar la menor para obligar a tres varones lúcidos a tener relaciones sexuales con ella, video grabarlas y repartirlas por todo el pueblo? ¿Cuáles serían los objetivos de la menor al mostrar ese video? ¿No será al revés? Las intenciones de los mayores de regodearse y demostrar: su poderío en un pueblo que encima los defiende, la impunidad que reina en la justicia que se permite preguntarse si la menor es la culpable y no los adultos que saben lo que hacen y deben saber que un menor es “intocable” por más “rapidita” que sea.
Pero quizás no nos dimos cuenta que María Elena Walsh era una pitonisa visionaria cuando escribió “El reino del revés” y estamos viviendo ya en él.
El rumbo que ha tomado nuestra sociedad es trágico. Se han llevado a los extremos, han perdido el camino, los derechos humanos, los derechos del niño. El policía debe “respetar los derechos humanos” de un asaltante, violador, asesino y tratarlo como “un señor” so pena de ser enjuiciado por violar los derechos humanos de “alguien” que evidentemente no respeta ni a su madre. Entonces, policía ¿para qué? ¿Para que ese ser humano exponga su vida y tenga que pensar que “recién puede disparar su arma de fuego si ya fue herido”? Padres, maestros, profesores, ¿para qué? Si hay que respetar los “derechos innatos del niño” lo cual parecería ser que es “laiser fer”, dejar hacer lo que a ellos se les antoje, que aprendan solos por experiencia como si vivieran en una jungla en la que sólo sobrevive el más fuerte y se aprende midiendo fuerzas. El maestro no puede corregir, debe ser más sutil, debe decir “Yo escribo así” o “No entiendo, yo lo escribiría así” Piaget se encargó de comenzar con este sistema que probado en España se descartó por ineficaz y aquí seguimos al pié de la letra, sin embargo en nuestro país “regalamos computadoras portátiles” en lugares donde no hay luz eléctrica, pero no… ¡Cómo vamos a volver a atrás a imponer el aprendizaje de las letras! Bien, así nuestros niños tan respetados llegan al fin de la escuela primaria sin saber cómo escribir, mejor dicho sin saber los trazos de las letras ni los números, obteniendo en el mejor de los casos una letra “tipo médico” ilegible, con trazos antieconómicos y números escritos al revés. Mi madre fue docente de primer grado y los niños que pasaban por su aula pasaban a segundo grado escribiendo pequeñas composiciones, hoy en segundo grado algunos todavía preguntan qué letra es esa, cómo se hace esa letra. ¿Avance o Retroceso? El facilismo instalado en nuestras escuelas hace esto, la transformación de las escuelas en “guarderías media pensión” hace esto. ¡Los traumas no se generan por o al incorporar las convenciones de la propia cultura como el idioma, la forma de su escritura, la geografía o la historia! Los traumas son generados por el desamor, la desatención y la despreocupación por los hijos, que generan una falta de imposición de límites. Por la situación que sea, divorcio, trabajo, cansancio, es más fácil permitir que mantenerse firme en la razón por la cual no permito algo a mi hijo; entonces eso es lo que el niño aprende: el “no” nunca es definitivo, no existe el límite mientras yo siga insistiendo/molestando. Y a partir de allí la decadencia de valores y la situación en la que estamos y todos sufrimos.
Las cárceles llenas de presos esperando juicio y la falta de espacio para más inadaptados y la lentitud de la justicia que todo lo hace por papeles permiten que el robo y el asalto sean un “modo de vida” que atenta contra quienes se esfuerzan por lograr un vida plena, resultado de ese esfuerzo.
No es cuestión de más policía, es cuestión de políticas coherentes, verdaderas ganas de ayudar al pueblo, hacer valer las leyes, erradicar los lugares que permiten el ocultamiento de malvivientes y sus tratas. Sin embargo eso cuesta mucho más que poner un par más de policías en la calle y figurar que se hace algo por la seguridad, porque como se está viviendo ni con un policía parado frente a la casa de cada uno esta situación se mejora.
¿Deberemos asumir que vivimos en el reino del revés aunque no lo podamos ver?

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